La Iglesia tiene la bendición de tener varios santos para distintas dificultades y necesidades de la vida. Es asombroso descubrir las múltiples formas de cómo el Espíritu Santo siembra sus dones como flores hermosas, en el jardín basto y perfumado que representan los santos.
Hay santos que por su gran amor a Dios y su espiritualidad, se vuelven inspiración para muchos en el seguimiento de Cristo pobre y crucificado. San Francisco de Asís, por ejemplo, es uno de esos santos que amó tanto al Señor y buscó asemejarse en todo a Él con sus acciones, que Dios le recompensó haciendo brotar de la espiritualidad franciscana a muchos hombres y mujeres que buscaron lo mismo.
El santo del que platicaremos en esta ocasión fue cercano a la espiritualidad franciscana y lo dió todo por los pobres: San Luis Rey o San Luis de Francia.
San Luis, nació en 1214 en el seno de la familia real y como heredero al trono de su natal Francia. Su familia, jugó un papel importante dentro de su formación católica. De hecho, dentro de su familia hay más de un santo (entre ellos una de sus primas, pero de ella platicaremos en otra ocasión). San Luis, fue coronado Rey a la edad de veintidós años y, siendo Rey es como sus virtudes cristianas destacaron más. Perteneció a la tercera orden franciscana (actualmente conocida como "Orden Franciscana Seglar". Está conformada por laicos consagrados con una Regla, por lo que poseen una forma de vida particular), la cual le permitió continuar con sus responsabilidades de Gobernante.
San Luis tuvo once hijos y su amor por Dios era ardiente. Su entrega a Dios se dejó ver en su vida cotidiana y en sus acciones. Se distinguió por su gran espíritu de oración y penitencia, y su gobierno siempre fue a favor de los más pobres, no solo se preocupó de la paz entre las naciones sino que también estuvo procurando el bien espiritual de sus súbditos.
La mayor herencia que le dejó a su hijo primogénito fue un testamento espiritual en el que le encomendaba a sus súbditos y lo animaba a vivir una vida orientada siempre hacia Dios. La primera frase de su testamento nos da la pauta y el secreto para alcanzar la santidad pese a cualquier obstáculo que se pudiese presentar.
“Hijo amadísimo, lo primero que quiero enseñarte es que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; sin ello no hay salvación posible” .
Testamento espiritual de San Luis a su hijo.
Esta sola exhortación debería bastar en la vida de todo cristiano para alcanzar la santidad y la vida eterna. No hay nada mayor que verdaderamente amar a Dios con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas, porque así todos nuestros actos estarán orientados para agradarle y, quien agrada a Dios será testimonio vivo de Su amor.
Amar a Dios con todas nuestras fuerzas también implica el alejarnos de todo aquello que violenta nuestra relación con Él. A su vez, esta relación con Él, nos anima a soportar todas las tribulaciones de la vida, pero no es un "soportar por soportar" sino es entregar nuestros padecimientos con amor a la misericordia de Dios. Para San Luis esto estaba bastante claro.
“Es mejor soportar toda clase de martirios que cometer un pecado mortal”.
Otro aspecto que se manifiesta en el testamento espiritual que heredó a su hijo es la preferencia por los pobres, la cual proviene del hecho de que Cristo nació y murió pobre. El nacido en un pesebre en medio de un establo y muerto por la pena mas baja reservada para los hombres más viles, fue el gran motor y el ejemplo por excelencia de San Luis de Francia. Otra de las recomendaciones que dejó a su hijo y que todos deberíamos imitar es esta:
“Ponte siempre más del lado del pobre que del rico hasta que averigües de que lado se encuentra verdaderamente la razón”
del Testamento espiritual de San Luis a su hijo.
Por último, quiero resaltar otra enseñanza importante que San Luis nos deja: la obediencia a la Santa Madre Iglesia. En vida San Luis fue siempre obediente y solícito a lo que la Iglesia pedía. Y en su testamento exhorta a su hijo y a todo aquel que lo lea a que haga lo mismo. Era muy importante para él estar en comunión con la Iglesia y con el Papa. Pues solo estando en armonía podemos encontrarnos plenamente también con Dios.
Su deseo más grande no fue solamente el de salvarse así mismo sino también orientar a sus hijos y a sus súbditos en el camino adecuado para alcanzar la santidad. Y esto se ve reflejado en estas las últimas palabras que San Luis le dedica a su hijo (y que ahora por gracia de Dios nos dedica a todos nosotros):
"Que el señor nos dé la gracia de cumplir Su voluntad, de tal manera que reciba de nosotros servicio y honor, y así, después de esta vida, todos lleguemos a verlo, amarlo y alabarlo sin fin. Amén".
Paz y bien.
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