“Nosotros amamos porqué Él nos amó primero”.
(1 Juan 4, 19)
¡Hola! Mi nombre es Humberto Avilés Gaitán, soy un joven de 19 años, nicaragüense, actualmente estoy estudiando contaduría y finanzas, me encanta hacer fotografías y tengo un pequeño emprendimiento de este mismo.
Desde que era chico me caracterizó mucho por mi extrovertida personalidad, por mis ocurrencias y mi entusiasmo. Hoy en día, no he dejado de ser así, es mi esencia, es la esencia que me ha dado Jesús y con ayuda de Santa Teresa de Calcuta, quien es muy conocida por su servicio a los pobres, pero yo además de eso, la conozco por su alegría y sonrisa, e incluso, le rezo mucho por mi felicidad y porque mi sonrisa no se desvanezca. Ella era muy alegre y decía que: “La paz comienza con una sonrisa” y, de hecho, así es. Cuando voy caminando choco miradas con algunas personas y les sonrío, algunas veces esas personas me devuelven la sonrisa, y es que he aprendido que una sonrisa auténtica puede lograr un cambio en el día de una persona.
Mis padres me tuvieron muy jóvenes, mi padre tenía la edad que tengo ahora cuando yo nací. ¡Gracias a Dios! Mis padres lucharon y se esforzaron mucho por criarme bien, para que no me faltara nada, así como lo hacen la mayoría de los padres. ¡Wow! Que gran sacrificio el de los padres, te imaginas que, si así son nuestros padres terrenales, ¿cómo será nuestro padre celestial con nosotros?
Mis padres no tenían una casa, nosotros alquilamos y antes nos mudábamos constantemente. Todo cambiaba, desde la casa hasta mis amistades, mi infancia y la de mi hermano se cortaba cada vez que nos mudábamos y en donde estuviéramos viviendo tratábamos de asistir a la misa dominical y junto a mi hermano acostumbramos a orar todas las noches y darle gracias a Dios por su infinito amor hacia nosotros.
Cuando entre a secundaria, de los 13 a los 17 años, todo comenzó a cambiar física y emocionalmente conmigo. Buscaba y tenía otros intereses como las chicas, el salir más, entre otras cosas. Mi centro no era la iglesia, ni Jesús. Mi fe tambaleó hasta el punto de decir que yo no creía en Dios, y decir que era “ateo”. Yo no asistía a misa en ese tiempo, no oraba ni tampoco alimentaba mi fe. Luego de ese tiempo, todo lo que hacía me hacía sentir vacío, mi sonrisa y mi felicidad no era del todo auténtica.
En el 2017, a la edad de 17 años, mi mamá me dijo que la acompañara a misa, fue un jueves recuerdo, había hora santa. Al salir del templo, me sentía totalmente confundido. Así fui asistiendo sin desear ni querer ir a misa, era como por inercia, pero en el fondo siempre buscaba un cambio y decía que, si yo estaba mal, Él me iba a cambiar.
En abril de ese mismo año, me integre a una pastoral juvenil de esa capilla. Me sentía muy extraño, seguía y seguía sediento de buscarlo, de que se me apareciera y me dijera: ¡Mírame! Si existo, estoy vivo y te voy a cambiar de parecer. Pero nada.
En esa pastoral, pude ver a unos jóvenes que para mí eran unos locos, tenían una felicidad inexplicable y me preguntaba de donde venía todo eso, sinceramente, a mí me parecía raro. Me instruyeron demasiado acerca de la iglesia católica, mi fe y Jesús. En ese tiempo, no sabía ni cómo expresar un testimonio de ¿quién es Dios? ¿Qué quiero conocer de Él y por qué lo quiero conocer? Yo sin darme cuenta, perseveraba en las formaciones y mejoraba mi parte humana, el ser más sociable, el compartir con amistades, el poder escuchar y ayudar a los demás. Es allí en donde mi lado espiritual fue creciendo.
En ese mismo año, asistí a mi primer retiro, tenía muchas expectativas acerca de eso, yo esperaba y decía que ya era hora de ese encuentro con Cristo. ¿Lo tuve? No, perseveré mucho e hice todo lo debido, pero el Señor no se me quería revelar allí y más bien fue el primer acercamiento que tuve con Él cuando hice la actividad de la entrevista con Jesús. Me salió una lectura del evangelio de San Lucas capítulo 4, acerca de los discípulos de Emaús: “Mientras ellos hablaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar con ellos, pero estaban tan ciegos que no lo reconocían”. Me quede demasiado asustado, no sabía ni cómo reaccionar, pues lo que me quería decir Él, estaba más que claro.
Después de ese retiro, fui directamente donde el sacerdote, a confesarme, tenía claro que no quería seguir siendo ciego a Jesús, que lo tenía al lado y yo ni cuenta me había dado. En esa misma lectura, habla de la Eucaristía: “Tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces sus ojos se abrieron y lo reconocieron”. Y es allí, donde yo tuve mi primer encuentro con Jesús, en la Eucaristía.
Desde ese momento mi ser se llenó de esa alegría auténtica que tanto estaba buscando y ese vacío que antes sentía, fue llenado y sentí que renací de espíritu, como lo expresaba Jesús a Nicodemo. Desde ese momento, me entregué completamente a Dios y a María, yo con lo poco que tenía, como aquel muchacho que tenía cinco panes y dos peces, lo ofreció todo a Dios y él lo multiplicó, eso hice yo, le ofrecí tan poco, pero era lo único que tenía para ser instrumento de Su amor.
Jesús me premio demasiado, me sentía amado, me sentía en paz y hoy en día, sigo amando esa pequeña hostia, que en su ser contiene al ser más Grande.
Dios vio muchas cosas que yo no veía en mí, el Señor ve cualidades en vos qué a lo mejor no te das cuenta que tienes y es por eso que en el 2019, en enero, Él me confió ser vice coordinador de la pastoral juvenil a la que entré y los chicos que antes veía raro porque eran locos, entendía por qué lo estaban y yo también me volví loco de amor. Él vio que amaba tanto ese lugar que quería que los chicos que estaban vieran cuanto amor les tenía Jesús, aún si seguían estando ciegos cuando realmente lo tenían al lado. ¡Cuánto amor me ha tenido Dios!
Hoy en día, muchas personas cercanas a mí, han visto mi cambio, mi testimonio se ha hecho ver en esas personas, que el Humberto de hace tres años, no es el mismo que ahora. Soy un hijo de Dios, soy y quiero seguir siendo un testimonio viviente y reflejar donde quiera que vaya el amor de María y Jesús junto con su Evangelio.
Soy referente de misión en mi comunidad y pastoral, gracias a eso puedo ir a las misiones interdiocesanas que están haciendo en toda Nicaragua, el Señor me llama a misionar y mi vida entregar para que los demás conozcan lo maravilloso que es Él y escuchen Su Voz. También, formo parte del evangelizar en las redes, en cada post que comparto trato de que los demás conozcan un poco de mi testimonio y de mi amor que tengo hacía Jesús, María y su iglesia y soy parte del equipo de @isaint_org, una página que te ayuda a ser santo en lo cotidiano, en el día a día.
Cuando descubrí que mi ansia de seguir a Jesús era porque Él me estaba llamando, comprendí que dejarlo todo no era solo en cuanto a bienes materiales, sino todo aquello que me apartaba de Él, desde mis actitudes hasta ciertas "amistades". Pero más que dejar algo, terminé ganando su amor al seguirlo, lo que al final ahora es todo para mí.
Y, por último, tú qué has leído todo esto, te digo: has silencio, trata de escuchar Su Voz y no te hagas ciego a Él, el Señor te espera y te ama y quiere que tú estés junto a Él siempre, no te desesperes que a lo mejor no puedas sentir que Él se manifiesta, Él lo hace, pero desde lo más pequeño, desde solo el hecho de que estés con vida, de que tengas a tus padres, de que puedas hacer muchas cosas. Aprende a ver la vida como un milagro. ¡Da gracias siempre!
Alimenta tu espíritu y acércate a Él en cada Eucaristía, en cada misterio del santo rosario, en cada acto de misericordia y en los santos sacramentos. No olvides que El Señor te está buscando, escucha su voz y prepárate para el cambio, prepárate para ser moldeado y para ser instrumento de Su Amor.
Un gran abrazo, bendiciones.
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