Se puso en camino y se fue a la casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio, y profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo abrazo y lo cubrió de besos. Lucas 15,20.
Mi nombre es Darío, Me caracterizo desde pequeño por ser siempre una persona muy alegre; tengo 24 años, soy profesional en Finanzas y comercio Internacional con un PGD en International Business Management, fotógrafo semiprofesional por hobby y aspirante a aprendiz de guitarra. Actualmente soy un indigno misionero de Jesucristo y la Santísima Virgen María, en la comunidad Lazos de Amor Mariano… mi vida cambió radicalmente y todo empezó como un ¿quién cómo Dios?
Nací en una hermosa familia católica, un matrimonio bendecido por el Señor. Vivimos en un bello pueblo cerca de la Capital de Colombia, a unos 45 minutos de Bogotá, en una finca rodeada por la naturaleza. Soy el hijo mayor, y como tal me fueron criando para ser un buen ejemplo para mi hermano, papel que no desempeñaría adecuadamente. Participábamos de las Eucaristías todos los domingos y para mí no era nada extraño asistir al templo, es más, recuerdo que desde niño me gustaba participar en la misa. Para la edad de cinco años, el Padre que presidía en aquel entonces, celebraba una Eucaristía especial para los niños, completamente hermosísima, nos enseñaba, catequizaba y sobre todo aprendíamos demasiado gracias a la forma didáctica que el Sacerdote celebraba. Estos recuerdos los llevo en mi corazón. Conforme iba creciendo, seguía participando de las actividades de la Iglesia, monaguillo, proclamador.
Cuando empezó la adolescencia, no solo mi cuerpo iba cambiando, también mi personalidad. Entre a la universidad y me iba alejando poco a poco del Verdadero amor que solo nos da Dios. Mi soberbia y mi ego crecieron radicalmente, la lujuria y la avaricia llegaron sin aviso, y la ira y la envida iban tomando cada vez más protagonismo. Seguía participando de las actividades parroquiales, pero con una tibieza espiritual que iba mermando cada vez más el amor. Era tal la tibieza que estaba presencialmente en la Santa Eucaristía, pero mi corazón y mi mente estaban en lugares diferentes, completamente desconcentrado.
Terminé mi carrera profesional con honores y tuve la gran bendición de viajar a Canadá para realizar mis estudios de posgrado. Al principio, como es normal, extrañaba mucho a mi familia, mis padres y mi hermano, pero poco a poco me fui alejando de ellos. Estaba maravillado a lo que el mundo me ofrecía. Mi ingratitud con mi familia y amigos fue tal que pasaban semanas en las que no los llamaba o me comunicaba con ellos. Hice muchos amigos, de diferentes países, pero todos ellos eran amigos del mundo. Mi tibieza espiritual paso a ser una completa frialdad de corazón y de espíritu. No me acordaba de Dios, ni de mis familiares ni mis amigos de verdad, solo me importaba complacer mis caprichos y placeres. En mi vida no reinaba Dios, reinaba mi egoísmo, la gula, la lujuria, el placer, el libertinaje sexual, la diversión mundana, mi orgullo… Mi hermano también fue a la misma ciudad que yo, y lo recibí más como compromiso familiar que de corazón, sentía que él era una carga en vez de una compañía o bendición. Tenía muchos planes, pero no los pude hacer porque él estaba allí.
Pasaron dos años y regresé a mi país, con el sin sabor de haber terminado mi plan de estudios, pero con el propósito de regresar… sin siquiera imaginarme el proyecto tan grande que Dios tiene conmigo. Mis padres iban a asistir a un retiro espiritual y me preguntaron que, si quería ir, pensé que era una convivencia o una integración familiar por lo cual acepté. Desde el primer momento el Señor hizo su obra en mí, y la Virgen María me dio muchos regalos especiales. No podía dejar de llorar, lloraba porque sentí el amor de Dios, un amor misericordioso, un amor infinito, que siempre estuvo conmigo, en todo momento, incluso cuando yo me había olvidado de Él. Cuando terminó el retiro todas las vendas se me cayeron y pude entender que Dios me ama y que quiere hacer obras grandes en mi vida. Me sentía que había vuelto a la vida, me sentía que había vuelto a casa, sentí el amor de Dios. Sin embargo, el enemigo aprovechó de una parte de mi pasado para no soltarme y no dejar cambiar mi vida. Fue hasta una peregrinación a un Santuario Mariano cuando sentí que esa cadena se rompió y cuando sentí que la Virgen María me quería en su ejército. Casualmente, antes de la peregrinación había visto una película que me había impactado mucho, el testimonio de la hermana Clare Crockett, y sentía como en el Santuario esas palabras de “O todo o nada” hacían eco en mi mente y corazón. Comprendí las palabras de aquella servidora del Señor: mi vida, como la estaba llevando, no iba a consolar y honrar a Jesús crucificado. Él murió por amor a mí.
Comencé mi proceso de Consagración total a Jesús por medio de María según el método de San Luis María Grignon de Monfort y ahora hago parte del hermoso ejército de la Virgen María como misionero de Lazos de Amor Mariano. La Consagración trajo mil bendiciones para mí y mi familia, el cambio que hemos tenido ha sido radical. La relación con mis padres ha mejorado rotundamente gracias a que ahora el que reina en nuestras vidas es Jesús. Espero que mi hermano regrese a nuestro hogar y que estemos todos otra vez reunidos. Ahora me dedico a trabajar fuertemente en las misiones que la Virgen María nos confía en la comunidad. Hay una parte grande de mi testimonio que aun no puedo compartir porque no tengo el permiso de mi director local, pero tan pronto como me sea autorizado, se lo enviare a Angie para que lo comparta en esta hermosa plataforma.
Querido hermanito que has leído esto, Para Dios no hay nada imposible, Él tiene el poder para cambiar y transformar todo. ¿Quién cómo Dios? ¡Nadie cómo Dios! Si Dios está con nosotros, ¿Quién contra nosotros? Nunca dudes de la voluntad de Dios, al contrario, se dócil que las manos de nuestro Señor nos moldean con amor. Tenemos que pasar por muchas pruebas, para crecer en fe, esperanza y amor hacia Él. Estamos en una lucha espiritual y como tal, debemos estar vigilantes, orantes y usar las armas espirituales que Jesús y su amada Madre nos entregan. Eucaristía diaria en lo posible, realizar el Santo Rosario con amor, meditando los misterios de nuestro Señor todos los días, Lectura espiritual para crecer en virtud, obras de amor y dar testimonio del amor de Dios, empezando desde el hogar.
Ora mucho, por las almas del purgatorio, por las vocaciones, por los sacerdotes, misioneros y religiosas, y la iglesia universal; pero ora dándole gracias y glorificando a Dios por todo el amor que se desborda en nosotros. Me encomiendo también en tus oraciones. Te mando un abrazo en los corazones de Jesús y María. Dios te bendiga.
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