Renunciar a algo durante la Cuaresma, comer pescado los viernes y ayunar la carne, la limosna y la penitencia durante este tiempo, son algunas de las prácticas por las que los católicos son conocidos. Pero, ¿por qué los católicos hacemos esto? Porque a través de estos compromisos, conocidos como “prácticas de Cuaresma” o “disciplinas de Cuaresma”, la Iglesia Católica nos llama cada año a renovar nuestro discipulado en Cristo.
Específicamente, cada año durante el tiempo litúrgico de Cuaresma la Iglesia nos pide orar, dar limosna y ayunar.
Orar
Sabemos la importancia de la oración en nuestras vidas, como individuos, como familias y como comunidad. La oración es especialmente importante durante la Cuaresma. El tiempo de Cuaresma es un tiempo de reflexión, evaluación y arrepentimiento. La Cuaresma nos pregunta: “¿Qué necesitas cambiar?”, nos llama a una conversión y un cambio personal, a una vida renovada en Cristo para que no sólo celebremos la Pascua cuarenta días después, sino que también sintamos vivo a Cristo resucitado en nosotros y en el mundo. Esto significa orar. Durante este tiempo litúrgico, reservemos tiempo para la oración que es de naturaleza reflexiva y revela lugares en los que no hemos podido abrirnos a Dios.
Dar limosna
Todos los días somos testigos de situaciones de injusticia, violencia y odio. La televisión e internet los traen a nuestras salas de estar, pero también los observamos y vivimos en nuestras propias ciudades y hogares. La Iglesia nos llama durante la Cuaresma a ser especialmente conscientes de las necesidades de los demás y a actuar en consecuencia. Dar materialmente a otro es un acto de caridad cristiana conocido como “dar limosna”.
La Iglesia nos llama primero a convertirnos y luego a transformar el mundo por la justicia, para que podamos servir al Reino que Jesús vivió y predicó.
Sacrificar
El ayuno y la abstinencia no son sacrificios en aras del dolor o de la vana incomodidad. La Iglesia Católica nos pide ayunar el miércoles de ceniza y el viernes santo, y no comer carne los viernes de Cuaresma. Sentir el estómago vacío o luchar contra el impulso de comer un bistec jugoso o una barra de chocolate hace más que recordarnos que para algunas personas el estómago vacío es el pan de cada día. El ayuno y la abstinencia nos ayudan a hacernos la pregunta: “¿Qué me sostiene y me da vida?” “¿Qué me nutre en mi camino de vida?” Encontraremos la respuesta, no en el bistec o la barra de chocolate, sino al final de estos cuarenta días, en la Resurrección de Jesús. Ayunamos y nos abstenemos porque, cuando lo hacemos, recordamos quiénes somos: seguidores del Cristo resucitado.
Hermanos, como católicos participamos con alegría en las disciplinas de Cuaresma porque somos discípulos (y sí, ambas palabras tienen la misma raíz). Oramos, damos (limosna) y nos sacrificamos (ayuno) porque seguimos a Cristo, quien nos amó tanto que dio su propia vida para que pudiéramos participar de la Vida Eterna.
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