No podemos negar que en nuestro día a día, la música -de cualquier género que nos agrade escuchar- es acompañante fiel. Escuchar música es, muchas veces incluso, una de las primeras acciones que realizamos desde que despertamos: ya sea mientras tomamos una ducha, estamos en el trabajo o estudiamos, cuando estamos comiendo o simplemente por deseo en un momento de relajación. La música es parte fundamental, diría yo, de nuestra vida.
La música también la escuchamos en recintos religiosos, y cumple un papel fundamental en las celebraciones cristianas que frecuentamos. Sin embargo, en los últimos meses, quizá pocos años, ha venido resonando una discusión que ha ganado interés en las comunidades católicas: la música de la misa, ¿debería ser (estrictamente) sacra?
Para satisfacer esa duda, quiero utilizar las palabras del papa Pío XII, de su Carta Encíclica Musicae Sacraæ (25 diciembre de 1955), respecto a las nuevas vertientes (en esa época) de la música para las celebraciones, que podrían ayudarnos a entender la relevancia de la música (sacra) para la Iglesia:
"No ignoramos que en estos últimos años, algunos artistas, con grave ofensa de la piedad cristiana, han osado introducir en las iglesias obras faltas de toda inspiración religiosa... Porque van diciendo que la inspiración artística es libre, sin que sea lícito someterla a leyes y normas morales o religiosas, ajenas al arte..."
(Ítem).
En resumen, su santidad decía que no estaba de acuerdo en que la música en aras de dejar libre al arte evolucionara según la inspiración del autor, pasando por alto incluso las leyes y normas religiosas y morales, o por lo menos que esa música no fuera la que se considerara para la liturgia. Y es que pensemos: en una santa misa -memorial del cruento sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo en la cruz- ¿debería utilizarse cualquier estilo de música, solo por darle paso libre al arte para alabar a Dios según nuestro modo de inspiración?
Pio XII decía más adelante en otro fragmento:
"Más aún: el arte religioso dice todavía mayor relación a Dios y al aumento de su alabanza y de su gloria, porque con sus obras no se propone sino llegar hasta las almas de los fieles para llevarlas a Dios por medio del oído y de la vista".
(Ítem).
Es entonces una pauta muy clara de que la música -aquella que está destinada al culto divino- debería acercarnos a Dios mediante la contemplación y no solamente a satisfacer nuestra inspiración, continúa Pio XII:
"La música sagrada, en verdad, está más obligada y santamente unida a estas normas y leyes del arte, porque está más cerca del culto divino que las demás… Ocupa lugar principal en las mismas ceremonias sagradas y oficios divinos. Por esta razón, la Iglesia debe tener sumo cuidado en alejar de la música, precisamente porque es sierva de la liturgia, todo lo que desdice del culto divino o impide a los fieles el alzar sus mentes a Dios".
(Ítem).
El venerable Pío XII es claro en 1955, pero san Pío X, en 1903, en su «Motu proprio» Tra le Sollecitudini varios años antes, ya había culminado lo que en el siglo XIX había tomado como nombre "cecilianismo".
El "cecilianismo" fue un movimiento que surgió dentro de la Iglesia con el que se promovía la resacralización de la música para los actos religiosos, en contraposición a los excesos teatrales que estaban sufriendo las piezas musicales con tonos románticos (que ensalzaban la emoción, el sentimiento y la intuición). La música estaba sufriendo la modernidad de los tiempos, y era más un elemento de adorno que un elemento dedicado al culto.
Lo interesante de esto era el nombre que el movimiento había adoptado. Aunque si consideramos la fecha de hoy, y la santa que recordamos, santa Cecilia de Roma, podremos entender por qué se llamaba así, y por qué se buscaba la resacralización.
Lirio y patrona
Estoy seguro de que hemos escuchado de esta santa mujer, pero fue tan grande su santidad que logró que su esposo Valeriano y su cuñado Tiburcio (ambos paganos) se convirtieran al Cristianismo y fueran bautizados por el mismo Papa Urbano.
Santa Cecilia - Guido Reni, 1606 Norton Simon Museum, Pasadena
Según las actas de su martirio, se conoce a santa Cecilia como Patrona de la música, pero es preciso explicar por qué se dice esto.
Aunque ella había hecho la promesa de virginidad, tuvo que casarse con su esposo, según las órdenes de su familia, sin embargo eso no quiere decir que haya faltado a la gracia prometida ya que siempre se mantuvo virgen.
Los registros históricos de su martirio nos dicen los siguiente:
Cantantibus organis, Caecilia, in corde suo, soli Domino decantabat, dicens: - Fiat cor et corpus meum immaculatum ut non confundar:
que en Español quiere decir:
«Mientras tocaba el órgano, Cecilia cantaba salmos al Señor». A su Señor, a su Esposo: «Que mi corazón y mi cuerpo permanezcan inmaculados, para que no quede confundida».
Es decir, dedicó su vida, incluso en el momento de celebración de su boda, a la adoración de su Señor a través de la música. No hubo en ese momento, quizá uno de los más relevantes para las personas, cosa más importante que agradar a Dios.
Se puede interpretar, por otro lado, que organis no eran los instrumentos musicales con los que daba gloria al Dios de la vida, sino los instrumentos de tortura con la que intentaban hacerla apostatar en su martirio. Es decir, que mientras era torturada, aún cuando un verdugo intentó cortarle la cabeza, tras tres golpes del letal instrumento ella permanecía fiel y resistía las heridas muriendo tres días después, sin antes haber recibido asistencia del Papa Urbano.
Su ejemplo había sido claro: ya fuera con instrumentos musicales (organis) -con los que se le asocia actualmente en pinturas- o a través de los instrumentos de tortura (organis) con los que entregaba su vida a la defensa y vida de su fe, su vida estaba dedicada a darle gloria a Dios. Y si tomamos como referencia ese primer acto suyo, el de glorificar a Dios a través de la música, no podemos dejar de considerar que el acto musical de adoración debería ser el mejor que podamos ofrecer.
Santa Cecilia - Nicolás Poussin, 1635
Museo Nacional del Prado, Madrid
En palabras del P. Jesús Martí:
«La música y el canto sagrado… vienen a ser como sacramentales, para que los hombres, dotados de sentidos, se abran a su vocación de santidad, atraídos y fascinados por el aroma de los nardos de los santos, y por la blancura lilial de la Patrona de la música Cecilia, el Lirio del Cielo».
Estimado Heriberto.
Te felicito por tu exposición del martirio de S. Cecilia, y aunque sea en pequeños fragmentos, nos muestras la vida de santidad de esta gran santa de la Iglesia.
Te agradezco tu aportación.