top of page
Foto del escritorEco evangelii

La biblia no habla de la Virgen... ¿o sí? (Parte II)

En la segunda parte de esta mini serie de artículos bíblicos sobre la Virgen María, concluiremos lo que se refiere a Ella en el Antiguo Testamento, profundizando en los textos proféticos que el Espíritu Santo iba inspirando a los autores sagrados.


Miqueas 5, 2-3


Una tercera profecía referente a Nuestra Señora se encuentra en Miqueas 5, 2-3: Y tú, Belén de Efrata, pequeño para ser contado entre las familias de Judá, de ti me saldrá quien señoreará en Israel, cuyos orígenes vienen del comienzo, de los días de la eternidad. Los entregará hasta el tiempo en que la que ha de parir parirá, y el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel”. Aunque el profeta (750-660 a. de C., aproximadamente) fue contemporáneo de Isaías, su actividad profética comenzó un poco más tarde y finalizó un poco antes que la de Isaías.


No cabe ninguna duda de que los judíos consideraban que las predicciones anteriores se referían al Mesías. Según San Mateo (2,6), cuando Herodes preguntó a los sumos sacerdotes y escribas dónde iba a nacer el Mesías, le respondieron con las palabras de la profecía, “Y tú Belén, tierra de Judá…”. Según San Juan (7,42), el populacho judío reunido en Jerusalén para la celebración de la fiesta formuló la pregunta retórica: “¿No dice la Escritura que del linaje de David y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Mesías?”. La paráfrasis caldea de Miqueas 5,2 confirma la misma opinión: “De ti me saldrá el Mesías, que señoreará en Israel”. Las mismas palabras de la profecía no admiten prácticamente otra explicación; pues “sus orígenes son del comienzo, desde los días de la eternidad”.


Más, ¿cómo se refiere la profecía a la Virgen María? Nuestra Señora es mencionada con la frase “hasta el tiempo en que la que ha de parir parirá”. Es cierto que “la que ha de parir” se ha referido también a la Iglesia (San Jerónimo, Teodoreto), o al grupo de gentiles que se unieron a Cristo (Ribera, Mariana), o también a Babilonia (Calmet); pero, por una parte, no hay apenas relación suficiente entre ninguno de estos sucesos y el Redentor prometido.


El pasaje debería decir “hasta el tiempo en que la que es estéril parirá”, si el profeta se hubiera referido a cualquiera de dichos sucesos. Tampoco puede “la que ha de parir” referirse a Sión: Sión es mencionada sin sentido metafórico antes y después de este pasaje, de modo que no se puede esperar que el profeta recurra de repente a un lenguaje figurado.


Más aún, si se explica así la profecía, no tendría un sentido cabal. Las frases contextuales “el señor de Israel”, “sus orígenes”, que en hebreo implica nacimiento, y “sus hermanos” hacen referencia a un individuo, no a una Nación; de ello se deduce que el parto debe referirse a esa misma persona. Se ha mostrado que la persona que gobernará es el Mesías; por ello, “la que ha de parir” debe referirse a la Madre de Cristo, Nuestra Señora.


Así explicado, todo el pasaje aparece claro: el Mesías ha de nacer en Belén, un pueblo insignificante de Judá; su familia debe estar reducida a la pobreza y la oscuridad antes del momento de su nacimiento; como esto no puede suceder si la teocracia (sistema político en el cual los sacerdotes o los príncipes, en su calidad de ministros de Dios, ejercen el poder político) permanece intacta, si la casa de David continúa floreciendo, “por ello los entregará hasta el tiempo en que la que ha de parir parirá” al Mesías.


Isaías 7,1-17


La segunda profecía referente a María se encuentra en Isaías 7,1-17. Los críticos se han empeñado en representar este pasaje como una combinación de sucesos y palabras del profeta escritos por un autor desconocido (6). La autenticidad del contenido no resulta necesariamente afectada por esta teoría, ya que las tradiciones proféticas pueden quedar registradas por cualquier escritor sin perder por ello su credibilidad.


Pero, incluso Duhm considera la teoría como un intento aparente por parte de los críticos de averiguar hasta dónde están dispuestos a aguantar pacientemente los lectores; opina que es una verdadera desgracia para la crítica, en cuanto tal el que haya encontrado un mero compendio en un pasaje que describe tan gráficamente la hora del nacimiento de la fe.


Según II Reyes 16,1-4, y II Paralipómenos 27,1-8, Ajaz, que comenzó su reinado en el 736 a. de C., profesaba abiertamente la idolatría, de forma que Dios lo dejó a merced de los reyes de Siria e Israel. Al parecer se había establecido una alianza entre Pecaj, rey de Israel, y Rasín, rey de Damasco, con el propósito de ofrecer resistencia a las agresiones asirias. Ajaz, partidario de los asirios, no se unió a la coalición; los aliados invadieron su territorio, con la intención de sustituir a Ajaz por un gobernante más complaciente, un cierto hijo de Tabeel. Mientras Rasín estaba ocupado en reconquistar la ciudad costera de Elat, Pecaj procedió en solitario contra Judá, “pero no pudieron prevalecer”. Una vez Elat hubo caído, Rasín unió sus fuerzas a las de Pecaj; “Siria y Efraím se habían confederado” y “tembló su corazón (de Ajaz) y el corazón del pueblo, como tiemblan los árboles del monte a impulsos del viento”.


Había que hacer preparativos inmediatos para un asedio prolongado, y Ajaz se encontraba intensamente ocupado en las proximidades de la piscina superior, de la cual recibía la ciudad la mayor parte de su suministro de agua. De ahí que Dios le diga a Isaías: “Sal luego al encuentro de Ajaz… al cabo del acueducto de la piscina superior”. El encargo del profeta es de naturaleza extremadamente consoladora: “Mira bien no te inquietes, no temas nada y ten firme corazón ante esos dos cabos de tizones humeantes”. El plan de los enemigos no tendrá éxito: “no aguantará y esto no sucederá”. ¿Cuál será el destino concreto de los enemigos?


Siria no ganará nada, permanecerá como había estado en el pasado: “la cabeza de Siria es Damasco, y la cabeza de Damasco es Rasín”. Efraím también permanecerá en el futuro inmediato como había estado hasta ese momento: “la cabeza de Efraím es Samaria, y la cabeza de Samaria el hijo de Romelia”; pero al cabo de 65 años será destruida, dentro de sesenta y cinco años Efraím habrá dejado de ser pueblo”.


Ajaz había abandonado al Señor por Moloc, y había depositado su confianza en una alianza con Asiria; de ahí la profecía condicional referente a Judá “si no crees, no continuarás”. La prueba de fe sigue inmediatamente a continuación: “Pide al Señor, tu Dios, una señal, o de abajo en lo profundo o de arriba en lo alto”. Ajaz responde con hipocresía: “no la pediré, no tentaré al Señor”, rechazando así declarar su fe en Dios y prefiriendo la política asiria. El rey prefiere Asiria a Dios, y Asiria vendrá sobre él: “Hará venir el Señor sobre ti y sobre tu pueblo, y sobre la casa de tu padre, días cuales nunca vinieron desde que Efraím se separó de Judá con el rey de los asirios”. La casa de David había ofendido no sólo a los hombres, sino también a Dios con su incredulidad; por ello, no continuará”, y, por una ironía del castigo divino, será destruida por aquellas mismas gentes a las que prefirió antes que a Dios.


Sin embargo, las promesas mesiánicas hechas a la casa de David no pueden frustrarse: “El Señor mismo os dará una señal. He aquí que una virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y será llamado Emmanuel. Y se alimentará de mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y elegir lo bueno. Pues antes que el niño sepa desechar lo malo y elegir lo bueno, la tierra por la cual temes de esos dos reyes será devastada”.


Dejando de lado una serie de preguntas relacionadas con la explicación de la profecía, debemos limitarnos aquí a la prueba evidente de que la virgen mencionada por el profeta es María, la Madre de Cristo. La argumentación se basa en las premisas de que la virgen mencionada por el profeta es la madre de Emmanuel, y que Emmanuel es Cristo. La relación de la virgen con Emmanuel está claramente expresada en las palabras inspiradas; las mismas indican, la identidad de Emmanuel con Cristo.


La relación de Emmanuel con la señal divina extraordinaria que iba a ser concedida a Ajaz nos predispone a ver en la criatura alguien más que un niño corriente. En 8,8, el profeta le atribuye la propiedad de la tierra de Judá: “Y tendiendo sus brazos cubrirán toda tu tierra, ¡oh Emmanuel!”. En 9,6, se dice que el gobierno de la casa de David descansa sobre sus hombros, y se le describe como poseedor de cualidades superiores a las humanas: “nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo, que tiene sobre su hombro la soberanía, y que se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz”.


Finalmente, el profeta llama a Emmanuel “vara del tronco de Jesé”, agraciado con “el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de entendimiento y de temor de Dios”; su venida irá seguida de los signos generales de la era mesiánica, y los que queden del pueblo escogido serán de nuevo el pueblo de Dios (11,1-16).


Cualquier oscuridad o ambigüedad que pudiera haber en el texto profético es eliminada por San Mateo (1,18-25). Después de narrar las dudas de San José y la reafirmación del ángel: “lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo”, el evangelista continúa: “Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había anunciado por el profeta, que dice: 'He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel'”. No es necesario que repitamos la explicación del pasaje dada por comentaristas católicos que responden a las objeciones que se han hecho contra el significado obvio del evangelista. De todo lo anterior se puede deducir que María es mencionada en la profecía de Isaías como Madre de Jesucristo; a la luz de la referencia a la profecía hecha por San Mateo, se puede añadir que ésta predijo también la virginidad de María, intacta en la concepción de Emmanuel.


Tipos y figuras de María en el Antiguo Testamento


Para estar seguros del significado de un tipo, este significado debe ser revelado, es decir, debe habernos sido transmitido a través de la Sagrada Escritura o de la Tradición. Algunos escritores piadosos han desarrollado por su cuenta numerosas analogías entre ciertos datos del Antiguo Testamento y los datos correspondientes del Nuevo Testamento; sin embargo, por muy ingeniosas que estas correlaciones puedan ser, no demuestran que Dios tuviera de hecho la intención de transmitir en los textos inspirados del Antiguo Testamento, las verdades de la correspondencia establecida.


Por otra parte, debe tenerse presente que no todas las verdades contenidas ya sea en las Escrituras o en la Tradición, han sido explícitamente propuestas a los creyentes como verdades de fe por definición expresa de la Iglesia. De acuerdo con el principio Lex orandi est lex credenti, debemos tratar al menos con reverencia las innumerables sugerencias contenidas en la liturgia y oraciones oficiales de la Iglesia. De esta forma es como debemos considerar muchos de los tratamientos otorgados a Nuestra Señora en la letanía y en el Ave maris stella. Las Antífonas y Responsos que se encuentran en los Oficios recitados en las varias festividades de Nuestra Señora, sugieren un número de tipos referentes a La Virgen María que, difícilmente hubieran sido mostrados con tanta viveza de otra manera a los ministros de la Iglesia. La tercera antífona de Laudes de la Festividad de la Circuncisión contempla en "el arbusto que arde sin consumirse" (Éxodo 3,2) la figura de María en la concepción de su Hijo sin perder su virginidad. La segunda antífona de Laudes del mismo Oficio contempla en el vellón de lana de Gedeón, húmedo por el rocío mientras que la tierra a su alrededor había permanecido seca (Jueces 6,37-38), un tipo de María recibiendo en su vientre al Verbo Encarnado.


El Oficio de la Bienaventurada Virgen, aplica a María muchos de los pasajes referentes a la esposa del Cantar de los Cantares y también los referentes a la sabiduría del Libro de los Proverbios 8,22-31. Un "jardín cerrado, una fuente sellada" mencionado en Cantares 4,12 aplicado a María, es solo un ejemplo concreto de todo lo referido anteriormente. Además, Sara, Débora, Judit y Ester son utilizadas como tipos de María; el arca de la Alianza, sobre la que se manifiesta la misma Presencia de Dios, es utilizada como la figura de María llevando al Verbo Encarnado en su vientre. Pero es especialmente Eva, la madre de todos los vivientes (Génesis 3,20), la que es considerada como un tipo de María, que es la madre de todos los vivientes en el orden de la gracia.


62 visualizaciones

Entradas relacionadas

Ver todo

Comments


Publicar: Blog2_Post
bottom of page