Quisiera comenzar en el mismo orden de los libros de la Biblia, esto debido a que es más evidente la presencia de nuestra Señora en el Nuevo Testamento que en el Antiguo Testamento y sin embargo, hay mucha más riqueza mariana en el segundo de estos.
Vamos a empezar por ver el libro de Génesis. Aquí aparece el texto mariano más conocido del Antiguo Testamento, y es conocido como "proto-evangelio". La cita bíblica es Génesis 3,15: "Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar".
[1]En primer lugar, el texto hebreo emplea el mismo verbo para las dos versiones traducidas "ella te aplastará" y "tú estarás al acecho"; la Septuaginta traduce el verbo en ambos casos por "terein" (estar al acecho); Aquila, Símaco y los traductores sirios y samaritanos traducen el verbo hebreo por expresiones que significan aplastar, magullar; el Itala traduce el "terein" utilizado en la Septuaginta con el término latino de "servare", vigilar; San Jerónimo (1) sostiene que el verbo hebreo tiene el significado de "aplastar" o "magullar" más que el de "estar al acecho", "vigilar". Sin embargo, en su propio trabajo, que se convirtió en la Vulgata latina, el santo emplea el término "aplastar" (conterere) en primer lugar, y "estar al acecho" (insidiari) en segundo. Por tanto, el castigo infligido a la serpiente y la venganza de esta están expresadas con el mismo verbo: pero la herida sufrida por la serpiente es mortal, ya que afecta a la cabeza, mientras que la herida causada por ella no es mortal, ya que es infligida en el talón.
• El segundo punto de diferencia entre el texto hebreo y nuestra versión se refiere al agente que va a infligir la herida mortal a la serpiente: nuestra versión coincide con el texto actual de la Vulgata en traducir "ella" (ipsa) que se refiere a la mujer, mientras que el texto hebreo traduce "hu´" (autos, ipse) que se refiere a la descendencia de la mujer. Según nuestra versión y la traducción de la Vulgata, será la mujer quien obtenga la victoria; según el texto hebreo, ella vencerá a través de su descendencia. Es en este sentido en el que la Bula "Ineffabilis" atribuye la victoria a Nuestra Señora. La versión "ella" (ipsa) no es ni una corrupción intencionada del texto original ni un error accidental, sino que expresa explícitamente el hecho de la participación de Nuestra Señora en la victoria sobre la serpiente, que está contenido de manera implícita en el original hebreo. La fuerza de la tradición cristiana referente a la participación de María en esta victoria puede deducirse del hecho de que San Jerónimo mantuviera "ella" en su versión a pesar de su familiaridad con el texto original y con la traducción "él" (ipse) en la antigua versión latina.
Dado que es comúnmente admitido que el juicio divino se dirige no tanto contra la serpiente como contra el causante del pecado, la descendencia de la serpiente hace referencia a los seguidores de la serpiente, la "progenie de víboras", la "generación de víboras", aquellos cuyo padre es el Diablo, los hijos del mal, imitando, non nascendo (Agustín).
Puede darse la tentación de comprender la descendencia de la mujer en un sentido colectivo análogo, abarcando a todos los nacidos de Dios. Pero "descendencia" puede no sólo referirse a una persona en particular, sino que generalmente tiene dicho significado, si el contexto lo permite. San Pablo da esta explicación de la palabra "descendencia" tal como aparece en las promesas de los patriarcas: "A Abraham y a su descendencia fueron hechas las promesas" (Gálatas 3,16). No dice a sus descendencias, como de muchas, sino de una sola: "Y a tu descendencia", que es Cristo.
Finalmente, la expresión "la mujer" en la frase: "pondré enemistad entre ti y la mujer" es una traducción literal del texto hebreo. La Gramática Hebrea de Gesenius-Kautzsch establece la norma: es un rasgo peculiar del hebreo el uso del artículo para indicar una persona o cosa todavía desconocida o que todavía está por describir con claridad, ya se encuentre presente o tenga que considerarse bajo las condiciones del contexto. Dado que nuestro artículo indefinido cumple este propósito, se podría traducir: "Pondré enemistad entre ti y una mujer".
Por tanto la profecía promete una mujer, Nuestra Señora, que será la enemiga de la serpiente en un grado sobresaliente. Además, la misma mujer saldrá vencedora sobre el Demonio, al menos a través de su hijo. La rotundidad de la victoria es subrayada por la frase contextual "comerás tierra", que es según Winckler una antigua y común expresión oriental que denota la máxima humillación.
Una cuarta profecía referente a María se encuentra en Jeremías 31, 22: "El Señor ha creado algo nuevo sobre la tierra: una mujer ronda al varón".
El texto del profeta Jeremías ofrece no pocas dificultades para el intérprete científico; nosotros seguiremos la versión de la Vulgata latina del original hebreo. Pero, incluso esta traducción ha sido explicada de muchas formas diferentes: Rosenmuller y muchos intérpretes protestantes conservadores defienden la versión "una mujer protegerá a un hombre", más tal argumento difícilmente podría inducir a los hombres de Israel a retornar a Dios. La explicación "una mujer buscará a un hombre" apenas está de acuerdo con el texto; además, tal inversión del orden natural es presentada en Isaías 4,1 como una señal de la más absoluta catástrofe.
La versión de Ewald "una mujer se convertirá en un hombre" es muy poco fiel al texto original. Otros comentaristas ven en la mujer un símil de la Sinagoga o de la Iglesia, en el hombre un símil de Dios, de modo que pueden explicar la profecía "Dios morará de nuevo en medio de la Sinagoga (o del pueblo de Israel)" o "la Iglesia protegerá la tierra con sus valientes hombres". Pero, el texto hebreo difícilmente evoca ese significado; además, esa explicación convertiría ese pasaje en una redundancia: "Israel retornará a su Dios, ya que Israel amará a su Dios".
Algunos autores recientes traducen el original hebreo por: "Dios crea algo nuevo sobre la tierra: la mujer (esposa) retorna al hombre (su marido)". Según la ley antigua (Deuteronomio 24, 1-4; Jeremías 3,1), el marido no podía volver a aceptar a su mujer una vez que la había repudiado; pero el Señor introducirá una novedad al permitir a la mujer infiel, o lo que es lo mismo, la nación culpable, volver a la amistad con Dios. Esta explicación se basa en una corrección aventurada del texto; además, no implica necesariamente el significado mesiánico que se espera del pasaje.
Los Padres griegos siguen generalmente la versión de la Septuaginta, "El Señor ha creado salvación en una nueva plantación, los hombres caminarán seguros"; mas San Atanasio combina la versión de Aquila dos veces "Dios ha creado algo nuevo en la mujer" con la de la Septuaginta, diciendo que la nueva plantación es Jesucristo, y que lo nuevo creado en la mujer es el cuerpo del Señor, concebido en la mujer virgen sin la participación del hombre. También San Jerónimo entiende el texto profético de la virgen que concibe al Mesías.
Esta explicación del pasaje concuerda con el texto. Como la Palabra Encarnada poseyó desde el primer instante de su concepción todas sus perfecciones, exceptuando aquellas relacionadas con su desarrollo corporal, es correcto afirmar que su madre "conseguirá un hombre". No es necesario señalar que tal condición en una criatura recién concebida es denominada, con razón, "algo nuevo sobre la tierra". El contexto de la profecía describe, después de una breve introducción general (30,1-3), la futura libertad de Israel y la restauración en cuatro estancias: 30,4-11,12-22; 30,23; 31,14, 15-26; las tres primeras estancias terminan con la esperanza del tiempo mesiánico. La cuarta debería esperarse también que tuviera un final similar.
Además, la profecía de Jeremías, pronunciada alrededor del 589 a. de C. y entendida en el sentido que se acaba de referir, concuerda con las expectativas mesiánicas contemporáneas basadas en Isaías 7,14; 9, 6; Miqueas 5, 3.
Según Jeremías, la madre de Cristo se diferencia de las otras madres en que su Hijo, incluso cuando aún está en su vientre, tiene todas las propiedades que constituyen la verdadera naturaleza humana. El Antiguo Testamento se refiere indirectamente a María en aquellas profecías que predicen la encarnación del Verbo de Dios.
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