¿Qué tendrán en común: el Diluvio Universal (y sus "cuarenta días con sus cuarenta noches..." Génesis 7,4), el éxodo del pueblo judío de 40 años por el desierto, como largo preámbulo para llegar a la Tierra Prometida, y los 40 días de Jesús en el desierto?
Bueno, evidentemente en primer lugar el número 40. Una cifra que seguramente Dios en su infinita misericordia, quiso dejar como la huella del hilo conductor de estos tres episodios. Y, muchas enseñanzas se pueden desprender de ello. Como por ejemplo, el Diluvio se concluyó con una promesa de Yahvé a su pueblo (que ahora lo somos nosotros) de una alianza de Amor, cuidado, preferencia por sus hijos (promesa que delicadamente se selló con el arco iris, representación de la presencia de la luz que es la que permite ver y caminar por esta vida). Al igual que el pueblo judío, cumplidos los 40 años de peregrinaje, alcanzaron la anhelada Tierra Prometida. Pero, aguarden, y ¿cómo culminaron los 40 días de Jesús en el Desierto? Ciertamente con jornadas de predicación y enseñanza, milagros y encuentros con su pueblo, pero no tan notoriamente con un "triunfo" como se puede desprender del Diluvio o del éxodo que tuvieron, por así decirlo, un final dichoso. Pero, si abrimos los ojos y levantamos la mirada, caemos en la cuenta que Jesús, tuvo su culminación triunfante, no inmediatamente después de haber vencido al maligno en el desierto, incluso ¡todavía tuvo que padecer su Pasión dolorosa y muerte ingnominiosa! Con esto, Jesús nos muestra que el camino para alcanzar la gloriosa Resurrección tuvo que estar precedido de muchas penalidades. Como seguramente a ti o a mí nos suele suceder en el caminar por esta vida.
¿Qué puedo aprender y aplicar en mi vida del pasaje de Jesús en el desierto?
Como bien sabemos, este pasaje es el fundamento de la práctica que cada año nos ofrece nuestra Madre la Iglesia en lo que conocemos como la Cuaresma. El calendario de este tiempo litúrgico se ajusta año con año para que, transcurridos los 40 días y posteriormente los días de Semana Santa, el Domingo de Resurrección coincida con el primer Domingo después de la primera luna llena de primavera (por eso en inglés, a la Cuaresma se le llama "lent" que estaría relacionado con el significado de "primavera").
Para poder vivir mejor la Cuaresma, ayuda entonces a comprender todo el contexto de la misma, desde el Miércoles de Ceniza, hasta la Semana Santa (Pasión y Muerte de Jesús) y posteriormente su gloriosa Resurrección.
Claves para vivir mejor estas oportunidades que se nos da cada año para renovar nuestra comunión con Dios:
Cuaresma es tiempo de meditación. En el "remolino" del día a día, debemos de encontrar esos momentos de remanso para poder reflexionar sobre ¿cómo llevo mi vida del alma?, ¿cómo estoy cumpliendo con aquello que Dios me pide como Católico?, o aún más, ¿qué es justo lo que Dios me está pidiendo? Escoge este tiempo de reflexión antes del trabajo, en medio de la pausa de la jornada, o al final del día. Pero hazte ese propósito. Por algo Jesús buscó la "soledad" del desierto, en la narración del Evangelio se intuye que no buscó llevar ni amigos ni seguidores. Quizá ese "desierto" también lo puedas encontrar ante un Sagrario, cuando te sea conveniente.
Cuaresma es tiempo propicio para sacrificios. No es una práctica masoquista ni una costumbre "ideática". Es el reconocimiento a la necesidad que tenemos de mortificarnos en algo (o en mucho) para centrar nuestra reflexión en lo importante. Decía un Santo, ponerte como propósito "mortificaciones que no mortifiquen a los demás", es decir, ponte como tarea enfrentar algo que te cueste trabajo y de ser posible que solamente tú conozcas. No te pongas como tarea el hacer sacrificios que solamente busquen tu beneficio material personal, o que molesten a otros. El ejemplo clásico es el de aquel que se priva de fumar como propósito de cuaresma, pero que no logra controlar su mal genio que le causa el síndrome de falta de nicotina. Sí, ofrece no fumar, pero perfecciónalo con el propósito de controlar tu mal humor que ello te ocasiona. Si en algo sirve, hay prácticas (que si se hacen por amor a Jesús crucificado) son muy apreciadas por Él: si vas en auto, dejarlo un poco más retirado de tu destino para caminar un poco más, saludar a aquel vecino que nunca saludas, apagar el aire acondicionado de tu auto mientras conduces, y todo esto soportado por amor al Amor.
Cuaresma es tiempo idóneo para pedir perdón. Procura de manera especial en esta temporada, buscar el perdón u otorgarlo a aquel con quien tienes cuentas pendientes. Pero, también es esencial que revises cuándo fue tu última confesión, y si es preciso, hacerte el propósito de una confesión bien preparada, que te ponga de regreso en la senda de la relación estrecha con Dios. Si te es posible, acude a ejercicios espirituales o a un retiro espiritual.
Finalmente, prepárate para vivir una Semana Santa que sea eso: Santa. Respetamos las costumbres y prácticas de cada uno, pero vale la pena que te hagas esta reflexión: ¿cómo he vivido las Semanas Santas en mi vida? La respuesta, en conciencia, solamente tú la puedes dar, y en función de ello, vívela como un verdadero cristiano. En verdad, nada pero nada supera la hermosa experiencia de acompañar a Jesús en los diversos oficios que son propios de esta temporada. Recuerda que al vivirlos, en espíritu no solamente acompañas a Jesús en su Pasión, sino a su Madre que vivió esas horas amargas casi en soledad. Es pues la Cuaresma, un tiempo apropiado para buscar hacer más estrecha y amorosa tu relación de hijo con nuestra Madre del Cielo. ¡Ella fue, después de Jesús, quien más padeció durante sus horas oscuras que le llevaron a la muerte en Cruz!
Termino deseándote que tus buenos propósitos e intenciones para esta Semana Santa ¡sean una dichosa realidad que te acompañe también en la alegría de acompañarle en la celebración de su gloriosa Resurrección!
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