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De la celda al Cielo

Padre Pío, bautizado como Francesco Forgione, nace en Pietrelcina, Italia en 1887 y muere en San Giovanni Rotondo en 1968. Es sin duda uno de los santos más queridos y cautivadores del convulsionado siglo XX.


Mientras la humanidad atravesaba por los dos más grandes y sangrientos conflictos de toda su historia, un humilde monje capuchino, pasó su vida alternando entre estudios de seminario, estancias en su natal Pietrelcina por motivos de salud, y luego recluido en su convento en San Giovanni de donde prácticamente no salió por décadas.


Pero, ¿a qué dedicó su vida? Si bien su vida ha sido relatada en una cantidad incontable de libros, revistas, folletos, páginas de internet e incluso en películas, la esencia de su actuar diaria y a lo largo de los años se podría resumir en dos grandes capítulos: amor a la Eucaristía y entrega a la Confesión.


Los relatos y anécdotas de su fructífera vida de santidad se multiplican conforme uno se adentra más y más en los testimonios que sobre Padre Pío abundan. Increíbles historias de bilocaciones, luchas cuerpo a cuerpo con el enemigo, milagros en vida, diálogos en persona con su amado Ángel Custodio. Todas ellas tan cautivantes como llenas de asombro. Y por si fuera poco, sus conocidos estigmas que llevó por exactamente 50 años, como una cruz diaria pero asumida con fe, esperanza y caridad, y que le fueron tan dolorosos como lo debió haber sido cargar en sus espaldas el desprecio, la intriga y la difamación de quienes desde adentro le acusaban y acosaban por la envidia que causaba su fama de santidad. Algo así como "las contradicciones de los buenos" de las que a veces hablaba San Josemaría Escrivá.


Así que es tan vasto el espectro de material sobre este santo que, en esta ocasión no pretendemos redundar sobre lo que ya está escrito. Antes bien, abordemos la vida y testimonio de San Pío de Pietrelcina desde una óptica distinta: ¿qué nos enseña para nuestra vida diaria?


  • Humildad, la madera con que se tallan los que son grandes santos ante Dios:

Padre Pío se distinguió desde su infancia por un tremendo espíritu y actuar humildes. No solamente por haber provenido de una familia con muy limitada capacidad económica, al grado que su padre (Orazio Forgione) tuvo que viajar a América como trabajador emigrante y así, en parte, poder sortear los entonces costosos estudios de seminarista del pequeño Francesco. Más allá de lo económico, su espíritu de austeridad y desapego a lo material era la directriz en su diario acontecer. Basta reflexionar que en su obra de caridad más conocida, el Hospital "alivio del sufrimiento", erigido de la nada hasta convertirse en el más prestigiado de toda Europa, significó recaudación del equivalente en estos tiempos a cientos de millones de euros. Y en todo momento, Padre Pío siempre rehusó manejar de manera personal y discrecional tal caudal de recursos económicos.


Padre Pío, en su fama de santidad, atrajo de visita a su monasterio a cientos y miles de personas a lo largo de su vida. Y siempre nuestro querido Padre tuvo el mismo trato fuesen personas de procedencia humilde o fueran personajes del jet-set, famosos de la farándula o incluso políticos de alto rango. Su única métrica era la caridad y la consideración para el sinceramente arrepentido y la tajante repulsa a quienes, en su don que tenía el Padre de conocer el interior de las almas, identificaba que les movía el morbo o la falta de rectitud de intención.


A pesar de toda su popularidad (personal y de santidad), no se tienen evidencias de que antepusiera su persona, sus conocimientos, incluso su influencia en otros. Y vaya que méritos y cualidades le sobraban. Siempre tuvo a la persona delante de él como el centro y motivo de sus afanes. Se tomaba largas horas en responder cartas venidas de todo el mundo, otorgando siempre un consejo, ofreciendo sus oraciones, mostrando su preocupación por una pena.


En este sentido, ¿cómo es mi trato en mi día a día con quienes interactúo en casa, en la calle, en el trabajo? ¿Hago distingos en función del atractivo que me represente la persona por motivos de interés personal, o me mueve solamente la caridad y la comprensión?


  • Amor a la Eucaristía, pasión por la Confesión:

Padre Pío era -literalmente hablando- un reo de su confesionario. Pasaba con frecuencia más de la mitad del día atendiendo en la escucha de la confesión, reconviniendo a pecadores, guiando a almas de recta intención y en última instancia administrando el Sacramento del perdón. A veces con un suave consejo, otras con una hasta jocosa ocurrencia, y no menos veces con un claridoso regaño que lejos de buscar causar daño moral, era la forma de sacudir las conciencias y que luego sus penitentes le agradecerían al saborear los frutos de gracia que esas llamadas de atención alcanzaban. Era un verdadero hambriento de almas. Prometía su compromiso personal e incondicional: solía decir a sus hijos espirituales que "Padre Pío estaría al final de los tiempos en la misma puerta del Paraíso asegurándose que hasta el último de sus hijos ingresara a la Gloria".


Y no menos podemos decir de su entrega y pasión por vivir el Sacramento de la Eucaristía. Sus Misas podrían durar hasta 3 horas, en las cuales el tiempo se consumía no tantos en largos y tediosos discursos de homilía, sino en tomarse el tiempo pausado para realizar la Consagración, y literalmente entrar en adoración en cada secuencia de la liturgia. En tiempos en los que hoy buscamos la inmediatez y la cultura de las cosas sucediendo a velocidad de vértigo, nos cuesta trabajo creer que aún con todo, sus Misas eran atendidas por grandes cantidades de peregrinos que viajaban hasta San Giovanni para buscar (en ocasiones hasta con días de espera): confesarse con Padre Pío y participar en la Eucaristía presidida por él.


Esto nos lleva a preguntarnos: ¿cómo son mis confesiones? ¿Apresuradas? ¿Superficiales? ¿Buscando la auto complacencia? O por el contrario, ¿valoro que es un Sacramento de Reconciliación, atendiendo con humildad las recomendaciones del Sacerdote y experimentando un pleno espíritu de contrición y un certero propósito de enmienda?


Y en cuanto a la Misa, ¿es para mí un verdadero encuentro con el Señor, en el cual le busco, le adoro, le pongo en sus manos mi vida? ¿Soy rigoroso con el tiempo que le dedico a la Santa Misa, renegando cuando se alarga o criticando los sermones o las habilidades del sacerdote, como si fuera un mitin político o una obra de teatro en la que voy buscando la espectacularidad o el experimentar sentimientos únicamente?


  • Fe y confianza inquebrantables: Reza, ten fe y no te preocupes:

Las penurias por los ataques, sobrellevados con paciencia y caridad cristiana a favor de sus verdugos, fue la mejor muestra, en primerísima persona, del auténtico espíritu de caridad que nos enseña Padre Pío. Una caridad fundada en una recia fe, alimentada a su vez por la oración. Y producto de dicha confianza en Dios, providente y misericordioso, su corolario de remate: "y no te precoupes...". Padre Pío se mantenía en oración permanente día y noche. Y no solamente aprovechaba para comunicarse con su Dios, sino que eran comunes sus coloquios con su Ángel Custodio, al grado que llegaba a verle con frecuencia (incluso desde pequeño) y pensaba que todas las personas experimentábamos tal presencia con nuestro Ángel, por serle tan común y ordinario sus encuentros con el suyo propio. De hecho, animaba a que todos tuviéramos en el Ángel de la Guarda un verdadero aliado y compañero en todo tipo de dificultades. Cuando algún hijo espiritual requería un consejo y no podía desplazarse a visitarle, le hacía esta recomendación: "mándame a tu Ángel...".


Te invito a reflexionar un poco cómo llevas esa vida de oración, de confianza, de abandono en nuestro Señor, en su Madre, en tu Ángel Custodio. ¿Te pones en sus manos con un niño dócil y confiado? Si es así, ¿porqué entonces esos miedos?


  • El más tierno amor por nuestra Madre María:

Su gran amor fue la Santísima Virgen, plasmado con una confiada pero estrecha relación de devoción, y que se notaba en sus recomendaciones y consejos. Le dirigía piropos como cuando pasaba frente a una imagen de Jesús: "te saludo Jesús, salúdame a tu Madre...". Es muy narrado el episodio en que se hizo la visita de una imagen de la Virgen de Fátima a San Giovanni, y Padre Pío, habiendo enfermado de manera delicada en esos días, se asoma a su ventana a despedirse de la Madre, quien correspondió a su cariño de hijo tierno y delicado, devolviéndole su salud. Este fue un hecho que el mismo Padre Pío reconoció como obra de la Santísima Virgen. Ojalá y todos tengamos esa relación fresca, espontánea pero firme de devoción, abandono y confianza en la Virgen María como nos lo enseñó en su día a día Padre Pío, al grado que en su agonía se le oyó decir: "Jesús, María... Jesús, María..." e incluso decir con voz apagada pero firme: veo a dos Madres, en lo que muchos interpretan como una presencia de su Madre en la tierra (a quien tanto amaba) pero también de que la misma Virgen María acudió a acompañarle en su tránsito a la Eternidad.


  • Sentido del humor a prueba de gruñones:

Con la tremenda carga de trabajo que se echaba al lomo cada día, atendiendo a decenas o centenares de personas desde la madrugada, celebrando la Santa Misa, confesando, aconsejando, dirigiendo sus obras de caridad, y muchas pero muchas labores más, es en verdad destacable el reconocer que no sería fácil mantener el mejor de los humores. Aun así, Padre Pío siempre tenía la frase "chusca" como una forma de caridad que consiste en no tomar tan en serio las cosas o en arrancarnos una risa en medio de los avatares de la vida diaria.


  • Santo Universal, pero Italiano hasta la médula: el valor del patriotismo:

Finalmente platiquemos de una más de sus virtudes que consistía en el gran orgullo que sentía por ser italiano. Sin hacer menos a los cientos de visitantes que llegaban de todo el orbe, él siempre tuvo una especial predilección por sus compatriotas, que incluso eran objeto de sus fervientes rezos durante la penosa guerra mundial para quienes combatían en el frente. Este pequeño detalle de su vida nos invita a reflexionar en el valor que le damos a nuestra propia nacionalidad, a reconocerla y a ser más empáticos con quienes compartimos un mismo origen.


Padre Pío seguirá dando mucho de qué escribir, de qué hablar pero sobre todo de qué imitarle. En sus propias palabras, "amenazaba" que una vez muerto haría más lío desde el Cielo que cuando moraba en la Tierra. Venturosa amenaza que ha cumplido y que seguramente, como todas sus promesas, seguirá honrando para dicha de todos quienes le admiramos y reconocemos como ejemplo a seguir, y que damos gracias a Dios y a su Santa Madre, por el don de haber contado con este santo en pleno siglo XX.



Puedes consultar su biografía aquí: www.padrepiodapietrelcina.com/es/vida-padre-pio-biografia/

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