"¿Sabes?", dijo el sacerdote con una severa gentileza mientras se sentaba frente a mí en el confesionario, "La raíz de todos estos pecados es la falta de autocontrol".
Uff.
Aunque este momento de hace más de seis meses fue una puñalada seria para mi orgullo, me lanzó a un nuevo camino de crecimiento intencional en la vida espiritual. Más que sólo pensar en crecer en santidad, me mostró un camino para crecer en santidad. Éste momento me llevó a buscar más intencionalmente las virtudes en mi vida cotidiana, especialmente la virtud de la templanza.
¿Qué es la templanza?
Somos criaturas corporales, lo que significa que tenemos deseos sensibles: queremos cosas que podamos percibir con nuestros sentidos. Éstas pueden ser cosas muy buenas: relaciones familiares y amistades, comida para mantenernos vivos, música que nos levanta el ánimo. Sin embargo, ninguna de éstas cosas puede satisfacer el deseo más profundo de felicidad en nuestros corazones. Sólo Dios puede hacer eso.
La templanza es la virtud que nos ayuda a conocer y vivir esa verdad en nuestra vida cotidiana. Si Dios es realmente nuestro mayor bien, moderar nuestros deseos sensibles no irá en detrimento de nuestra felicidad. No se trata de reprimir nuestros deseos, sino de ordenar nuestros deseos. A veces tenemos que decir "no" a algo para decir "sí" a algo mejor. En última instancia, nos lleva a saber que, si bien nuestros deseos sensibles pueden ser buenos, Dios siempre es mejor.
Es fácil mezclar la templanza con la prudencia. La prudencia se enfoca más en usar la razón práctica para saber lo que está bien o mal en cada situación, mientras que la templanza se enfoca en dominar nuestros instintos y deseos.
La búsqueda de ésta virtud no significa que no puedas o no quieras amar tus postres favoritos, noches de cine con tu familia o un beso de despedida de tu pareja. Sólo significa reconocer que éstas cosas no son lo más importante. Significa estar contento de poner ciertos límites a lo sensible porque sabes que no te satisfarán.
De esta manera, la templanza es cuando, como dice san Agustín: "el amor se conserva íntegro e inmaculado para Dios". Es la virtud que se niega a dejarnos ser esclavos de nuestros deseos, pero en cambio nos permite ser dueños de nuestros deseos. En ésta libertad, podemos amar a Dios sobre todas las cosas.
Dominándonos
Cada uno de nosotros luchará con deseos y tentaciones particulares y únicos que debemos trabajar para dominar. Para impulsarte a reflexionar sobre cómo puedes cultivar ésta virtud en tu vida, aquí hay algunas áreas a considerar:
1. Comida y bebida: Obviamente, necesitamos comida y bebida para sobrevivir, pero estoy segura de que todos estamos familiarizados con esa sensación de haber tenido demasiado. La persona templada sabe decir: "Estoy bien, gracias", cuando ha comido lo suficiente en esa cena familiar, antes de alcanzar su límite de alcohol, o incluso cuando sabe que no debe comer ese postre extra... Entrena para saber que no necesitas los extras. Tal vez comiences ayunando de una cosa pequeña todos los días (sin hielo en el agua, sin crema y azúcar en el café, sin cátsup con tus papas fritas) y ofrece estos pequeños sacrificios como regalos al Señor.
2. Límites: en las relaciones, la templanza es extremadamente útil al establecer límites. En las relaciones de noviazgo, esto podría verse como establecer tu propio toque de queda para las noches de citas o ayunar después de besarse los fines de semana. Los límites también pueden extenderse a otras relaciones. Tal vez le estás pidiendo a tu familia que tengan noches familiares los fines de semana en lugar de las noches familiares entre semana para que no te quedes despierto hasta tarde antes del trabajo o la escuela; preguntándole a tus amigos si puedes quedarte y tener conversaciones profundas en lugar de salir siempre; o estar de acuerdo con tu roomie para no tener invitados durante la semana.
3. Modestia: El Catecismo de la Iglesia Católica explica que la templanza ayuda a "mantener los deseos dentro de los límites de lo que es honorable" (CCE, 1809). Ésta virtud, entonces, nos llama a negarnos a revelar lo que debería permanecer oculto. Definitivamente podemos pensar en formas en que esto se aplica a cómo nos vestimos y nos portamos. Sin embargo, quiero alentarte a que también consideres cómo podemos cultivar la modestia en el habla. Entrar en el chisme, hacer comentarios sarcásticos o compartir el vergonzoso secreto de otra persona en la oficina o entre clases puede hacernos sentir bien y como si de alguna manera estuviéramos construyendo un sentido de comunidad, pero en realidad, éstas palabras destruyen la confianza y la verdadera caridad. Es mejor para nosotros priorizar el amor a nuestro prójimo pensando antes de hablar, vestirnos y actuar.
4. Silencio: Somos bombardeados con ruido todos los días. La música, los podcasts y las redes sociales pueden ser cosas buenas y agradables, pero cuando nuestras mentes se llenan de estímulos constantes, nos resulta difícil cultivar cualquier tipo de silencio interior. Perdemos nuestra capacidad de concentrarnos y pensar mucho y profundamente. Nos cuesta más entablar conversaciones largas y significativas. No nos tomamos el tiempo para comprender cómo nos sentimos realmente o para ver las áreas donde necesitamos crecer. Renunciamos a la oración después de cinco minutos. En lugar de leer subtítulos cortos de Instagram durante media hora, lee un libro. En lugar de reproducir música en el camino a casa desde el trabajo, siéntate en silencio y examina tu día. Establece una regla para no usar teléfono durante las comidas. Desafíate a ti mismo para pasar tanto tiempo escuchando en oración como cuando estás hablando.
Como hemos dicho a lo largo de esta serie sobre las virtudes, una virtud es una "disposición habitual y firme para hacer el bien" (CCE, 1803). Cuando aprendemos estos hábitos, nos volvemos siempre listos y rápidos para vivir como Jesús vivió. Al cultivar la templanza, podemos recordarnos constantemente que, si bien nuestros deseos sensibles pueden ser buenos, Dios siempre es mejor.
¿En qué área de tu vida te está llamando Dios a un mayor equilibrio y a practicar la virtud de la templanza?
Desde mi corazón al tuyo,
Angie M.
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